martes, 2 de junio de 2009

SUBSAHARIANOS


El drama de la emigración subsahariana

El Sáhara es un territorio de África situado en un extremo del Desierto, a orillas del Océano Atlántico.[ Se denomina subsaharianos a los habitantes autóctonos de los países del continente africano ubicados al Sur del Desierto del Sáhara.
En África subsahariana ha existido durante las últimas décadas, un crecimiento de los movimientos migratorios hacia África del Norte (Marruecos, Argelia, Túnez, Libia y Egipto…) y a Europa. A este último destino, sólo una minoría consigue llegar. España se ha convertido en un país receptor de emigrantes subsaharianos, sobre todo en La Cuenca Mediterránea (Ceuta y Melilla) y Canarias.

Ha cambiado el tipo de persona que arriesga su vida y viaja hasta Europa: al principio eran jóvenes y niños pero ahora son informáticos, ingenieros…, profesionales que vienen en busca de un trabajo que no hay en África. Se desplazan a las regiones que les ofrecen oportunidades laborales.

El hambre (en un solo día mueren miles de adultos y niños por desnutrición y la mayoría está malnutrida), la pobreza de estos países que carecen de dinero y alimento, la miseria, la falta de libertad, de acceso a las mujeres a la educación y a los puestos de trabajo que les corresponden y la búsqueda de un mayor nivel de vida empuja a la emigración a millones de personas. Su objetivo es enviar dinero a sus familiares ya que en su país, a pesar de su esfuerzo y su preparación, no hay futuro para ellos. Sólo unos pocos pueden acceder a jornadas de más de 15 horas de trabajo por un mísero sueldo que les da para subsistir (comer). Se trata de una de estrategia de supervivencia.

Las fuerzas de seguridad de Marruecos están atacando a los emigrantes que han llegado y que viven en las chabolas. Muchos han sido devueltos a la frontera por la que entraron a Marruecos después de atravesar el desierto del Sáhara.

Sólo una valla metálica con sistemas de protección electrónica separa a África de Ceuta y Melilla: a su mundo lleno de penurias, hambre y miseria de un país, para ellos, llenos de oportunidades, esperanzas y bienestar. Muchos emigrantes clandestinos del África subsahariana han instalado en los alrededores de Ceuta y Melilla sus chozas esperando el momento oportuno para entrar en el paraíso soñado: Europa.
Los bosques africanos más cercanos se encuentran a sólo 30 kilómetros de España y cuando el tiempo está despejado, Europa puede verse desde la altura de una colina.
Para algunos africanos subsaharianos, los bosques en el Norte de Marruecos se han convertido en la "sala de espera" a Europa.

Emprenden su largo viaje de un año de media, a pie o en vehículos que atraviesan el Sáhara. Viajando a veces por tierra, otros a través del Nilo, o incluso transitando por Arabia Saudí los que viven más al Este, un número creciente de africanos intentan llegar a la orilla norte del Mediterráneo seducidos por el «sueño europeo».

Miles de emigrantes ilegales de África subsahariana soportan noches frías y húmedas en los bosques de Marruecos con la esperanza de entrar un día en lo que ellos llaman ”El Dorado Europeo”.
En la alambrada de metal, muchas veces, se encuentran con sus compañeros de viaje y familiares muertos o desangrados.

Para llegar a Europa, los emigrantes pagan grandes cantidades de dinero a los traficantes de personas, aquéllos que saben y callan cuál es su verdadero destino.
Los africanos prefieren arriesgar su vida en la valla que separa Marruecos de Melilla y Ceuta, soportar malos tratos por parte de las fuerzas de seguridad, llegar a Europa, eludir los controles y después esperar por alguna regularización migratoria mientras realizan los trabajos peor pagados y que los españoles rechazan.

La llegada a Canarias es un camino tanto o más difícil. Todos llevan sus ahorros, acumulados durante años por la familia que deposita en ellos sus esperanzas de futuro para pagar un viaje en patera a unos traficantes. Una larga travesía en un cayuco inestable repleto de hombres, mujeres y niños. Hambre, cansancio, sed…viajan a la deriva. A veces rodeados de cadáveres, desorientados y perdidos en el mar. Llegan a las islas, muy débiles, asustados y desorientados.

Son pocos los “afortunados” que llegan con vida a su destino. Lo hacen, muchas veces, rodeados de los cadáveres de sus compañeros de viaje. Allí se encuentran con la detención y la repatriación y con gran desolación ven desaparecer su sueño, mientras esperan su extradición en un centro del Aaiún.

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